lunes, 18 de mayo de 2015

REFLEXION EVANGÉLICA SOBRE SU BEATIFICACIÓN

Red de Iglesias Campamento de Dios
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Una reflexión pastoral evangélica sobre la beatificación

Por O. Juan M. Martínez  
 

La beatificación del Obispo Católico Romano Monseñor Oscar Arnulfo Romero, es un evento promovido como trascendental para la historia y conformación de la cultura salvadoreña. Asesinado el 24 de marzo de 1980, ahora es levantado como un símbolo religioso y político de importancia, no sólo para nuestro país, sino para toda América y el Mundo; evidencia de esto es la cantidad de público esperado, y la diversidad de personalidades del mundo político y religioso que estarán presentes en el acto.

El obispo Romero, llamado Monseñor (del italiano monsignore y este del francésmonseigneur: mi señor) por sus seguidores, es un personaje de importancia reconocido hasta fuera de nuestro país. Fue nominado al premio Nobel de la paz en 1989, comparte el monumento de la galería de Mártires del siglo XX en la Abadía de Westminster, con Isabel de Rusia, el pastor Martin Luther King Jr. de USA y el pastor Dietrich Bonhoeffer de Alemania.

Oscar Arnulfo Romero, el hombre.
Fue un sacerdote católico romano, que a fines de los años 70’s del siglo pasado, llegó a ser el arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980), quien en aquel momento histórico decidió valientemente hablar, desde su posición religiosa y política, pidiendo el cese de la violencia y el diálogo entre las partes en conflicto. El conflicto se había profundizado por la imposición, a través de fraudes electorales, de los presidentes Arturo Armando Molina (1972) y Carlos Humberto Romero (1977). Así mismo, por la represión que practicaron en ese entonces las autoridades, tratando de frenar el avance del comunismo que ya había triunfado en Cuba y en Nicaragua.

Al hablar a favor de las organizaciones populares, contrarias al gobierno militar, el Obispo Romero fue definido como un enemigo, subversivo y comunista, lo cual por supuesto, no era verdad ya que profesaba fe en Dios. Aunque, él sí apoyó a la teología de la liberación, la cual, aunque no promovió directamente las acciones violentas extremas de la izquierda político-militar, las terminó aceptando, hasta como un mal necesario por el fin de una sociedad más justa. Esta teología definió como pueblo de Dios a los pobres y oprimidos, y la misión de la iglesia como la liberación de éstos de las estructuras opresivas, para lograr su “salvación”, entendida principalmente como una acción política, para lograr la hermandad de la paz cristiana entre todos los hombres.

Dios trabaja en la historia, admiro la valentía cristiana que el Obispo Romero manifestó en aquella época. Creo que fue Dios quien estuvo dándole a nuestra sociedad una oportunidad de vivir más de acuerdo a los valores de su Reino. Es necesario que aclare mi desacuerdo con la teología de la liberación, porque pienso en ella como una desviación para validar la ideología política de izquierda. Creo que su contraparte es la teología de la prosperidad, que valida la ideología absolutista del mercado libre. Estas teologías dejan de ser evangélicas, porque interpretan la Biblia parcialmente.

Un ejemplo puede aclararnos esta situación: 2ª Cor. 8:9: Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.

Un teólogo de la liberación leería la primera parte acerca de que nuestro Señor por amor a vosotros se hizo pobre, y declararía que Jesús optó por los pobres y que como iglesia debemos tener una opción preferencial por los pobres, ellos son el pueblo de Dios, y que nuestra misión es salvarlos de las estructuras opresivas que los mantienen en pobreza.

Un teólogo de la prosperidad leería convenientemente la segunda parte del versículo:para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. Concluiría que Dios quiere que todos los cristianos seamos ricos y que debemos tener fe cuando damos las ofrendas y diezmos, porque el plan de Dios es enriquecernos, quitarle al que tiene y dárnoslo a nosotros los creyentes.

Una interpretación evangélica tendría que considerar pobreza y riqueza como temas que se pueden abordar desde una teología bíblica sana para aplicarse dentro de nuestro un contexto social, esforzándose por evitar caer en una manipulación ideológica de la fe.

Con esta aclaración explico que, aunque admiro la calidad de testimonio del Obispo Romero, no me identifico con el planteamiento teológico de su fe.

Escuché declarar al actual obispo auxiliar de San Salvador Gregorio Rosa Chávez, que los asesinos del obispo Romero fueron gente que asistía a misa. Su asesinato es la expresión del triunfo de la ideología sobre la religión, es demostración del fracaso del catolicismo romano en su esfuerzo por crear en su seno una hermandad de hijos de Dios de todos los seres humanos. Es la demostración del poder del dinero sobre la vida. El obispo Oscar Arnulfo Romero, el hombre, está muerto, y si su fe en Jesucristo fue real (yo no lo puedo testificar de primera mano, pero muchos dicen que sí), su espíritu está en el cielo y su cuerpo está esperando la resurrección y el juicio final, igual que cualquier otro creyente en Jesucristo.

Oscar Arnulfo Romero, el símbolo religioso.
Durante los años después de su muerte, se ha creado un símbolo religioso-cultural,aún político, del Obispo Romero que tendrá su manifestación de máximo esplendor esta semana con el acto de beatificación ya por todos conocidos. Pero aquí ya no hablo del hombre histórico sino de aquel creado por el sistema religioso-político: San Arnulfo Romero de América.

La iglesia católica romana, cree que la beatificación es el reconocimiento que alguien ha entrado en el cielo y es tan bueno que puede interceder por aquellos que rezan en su nombre. La beatificación es un "proceso administrativo" mediante el cual el papa permite que un candidato a ser santo sea venerado públicamente en lugares asociados a su vida, es decir "a pequeña escala".

La canonización implica una mayor formalidad, el papa establece de forma oficial que una persona es santa y está en el cielo, por lo que se permite el culto al santo por toda la Iglesia. Este proceso comprende la inclusión de dicha persona a una lista de santos reconocidos, así como el permiso para rendir culto público y universal a esa persona, a la cual se le asigna una fiesta litúrgica, se le dedican iglesias, capillas o altares, y se le reconoce su poder de intercesión ante Dios.

Resultados de la beatificación católico romana.

La beatificación/canonización es un error y esclaviza a las personas al pecado, porque se afirma sobre un concepto erróneo, haciendo pensar que santo es un estado que sólo personas super especiales pueden lograr después de muertas. Elimina de la consciencia del pueblo, la santidad de las relaciones humanas cotidianas, tan necesaria en nuestra sociedad. En otras palabras contribuye a la secularización de la sociedad, al producir un abismo existencial entre lo santo y el común de lo humano.

Santo según la Biblia.
Estableciendo nuestro pensamiento y conducta bajo la revelación de Dios, la Biblia, santo o santa, es toda persona o cosa que Dios aparta para su servicio (Lev. 8:10-12). El comprender la verdad acerca de lo santo es libertador para una sociedad que busca una mejor vida.

Todos los que Jesús llama a ser sus discípulos son santos, ya que son llamados a servirle, a obedecer sus mandamientos, son apartados para su propósito y misión, así podemos concluir que todo cristiano es santo. Por eso, el apóstol Pablo al escribir sus epístolas a las iglesias, las dirigía a los santos que vivían en las diferentes ciudades (Col. 1:1-2).

Al cristiano, dado que es santo, se le pide que haga todas las cosas para Dios, en otras palabras, que las haga santas (1ª Pedro 1:16-17). El trabajo, las diversiones y los estudios han de ser santos; toda tarea, sea espiritual, física, intelectual o económica debe realizarla con la conciencia que las hace frente al rostro de Dios, para el Señor (Col. 3:17).

El papel de los santos.
Dios hace santos. Él aparta en vida, a seres humanos para su servicio. Los santifica para la vida, antes de morir (1ª Tesalonicenses 5:23). Por lo que rechazo el canon de santos intercesores en los cielos que propone la iglesia católica romana, creando una dañina diferencia entre los santos muertos y los no santos vivos.

La Biblia nos revela que los santos son los que adoran a Dios (Mateo 28:16-17), que ellos nunca permiten ser adorados (Hechos 10:25-26). Por eso, con propiedad bíblica, debo rechazar la veneración o adoración de la figura simbólica del obispo Romero.

La Biblia nos revela que los santos piden Dios, pero a ellos no se les pide, es decir no son intercesores (Hechos 3:1,11-13). Por eso, rechazo la supuesta intercesión del Obispo Romero, a favor de los salvadoreños, especialmente de los pobres.

La Biblia nos revela que hay un Padre y un Señor (Efesios 4:5). Por eso, rechazo que el obispo Romero sea “Monseñor” (mi señor); porque mi Señor (monseñor) es Jesucristo.

Conclusión
Aunque podríamos admirar al Obispo Oscar Arnulfo Romero como hombre, por su valentía histórica, por su papel profético, desde los valores cristianos, que desempeñó en su momento que lo llevó a dar su vida por sus convicciones, no puedo aceptar la figura religiosa creada con la pretensión de mediación ante Dios. Se puede recordar su historia y leer su pensamiento, pero Él está muerto. Los que quisieran honrar su memoria, deberían seguir al que él proclamó seguir: a Jesucristo, verdadero Señor, Mediador e Intercesor delante del Padre celestial.

No acepto que la figura religiosa, el beato o santo Romero, se pretenda imponer como marca de todos los salvadoreños, puede ser de algunos salvadoreños o de muchos salvadoreños, pero no de todos los salvadoreños.

El anuncio publicitario que los salvadoreños ya tienen un santo mediador en el cielo, especialmente los pobres, no lo puedo aceptar, soy salvadoreño, estoy comprometido con la bendición de mi país, pero creo que la Biblia es mi norma de fe y conducta. En ella se revela que hay un solo Dios y un solo Mediador, entre Dios y los hombres: Jesucristo (1ª Tim. 2:5). En él creo, es mi Salvador, mi Mediador, mi Sumo Sacerdote y Monseñor (mi Señor).

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