sábado, 23 de mayo de 2015

LA SANTIDAD. Definida por siglos.



LA SANTIDAD.
Los protestantes – Evangélicos – son santos por:
1             Nuevo Nacimiento. Juan 3. Te es necesario nacer otra vez. Regeneración
2             La sangre de JESUCRISTO. Nos limpia de todo pecado
3             La PALABRA DE DIOS.  “Limpios por la PALABRA que os he hablado”
“Sin SANTIDAD nadie verá  a Dios. “

Los protestantes No necesitan un proceso de beatificación para subir a los altares de las iglesias, ni para llegar al cielo.
La santidad es PROGRESIVA E INSTANTÁNEA. Desde el momento de tu conversión y luego en el transcurso de tu vida.
La teología católica es irreconciliable con la teología protestante. La Reforma Protestante va a cumplir 500 años 1517* 2017. Dentro de dos años. La base de la teología protestante es solo la Biblia.
 La teología  católica se basa en:
 La Biblia y la TRADICIÓN. Los 21 Concilios. El último el ecuménico. Vaticano II.
La beatificación de MONSEÑOR ROMERO debe verse no solo como el que hacer RELILGIOSO: SINO Cultural, político y nacional – como país. CENTROAMÉRICA.
La beatificación de Romero nos eleva en la geografía política -, religioso. Cultural. El mundo nos ignorará MENOS.
500 de tradición católica en El Salvador. 100 años de Protestantismo en Cuscatlán ha transformado nuestro querido NEQUEPIO. Principito no pulgarcito.
Estamos esperando un PRONUNCIAMIENTO oficial de la ALIANZA EVANGÉLICA, IGLESIA LUTERANA. UNIVERSIDAD EVANGÉLICA, UCAD al respecto.
Los padres de la patria MATÍAS DELGADO y mas fueron religiosos que nos emanciparon de ESPAÑA. Romero tuvo el valor de enfrentar el pecado social y combatirlo.


ROMERO

Cuando era un joven seminarista en Roma, poco antes de su ordenación sacerdotal, Romero escribió: «¡Este año haré mi gran entrega a Dios! Dios mío, ayúdame, prepárame. Tú eres todo, yo soy nada, sin embargo tu amor quiere que yo sea mucho. ¡Valor! Con Tu todo y con mi nada haremos este mucho». Un cambio en su vida de pastor manso y casi tímido fue el asesinato, el 12 de marzo de 1977, del padre Rutilio Grande, sacerdote jesuita salvadoreño que dejó la enseñanza universitaria para convertirse en párroco de los campesinos, de los oprimidos y de los marginados. «Fue este el evento que tocó el corazón del arzobispo Romero, que lloró a su sacerdote como podía llorar una madre con el propio hijo –indicó Amato. Se dirigió inmediatamente a Aguilares para la Misa de sufragio y pasó la noche llorando, velando y rezando por last res víctimas inocentes, por el padre Rutilio y por los dos campesinos que lo acompañaban. Los campesinos se quedaron huérfanos de su padre bueno. Romero quiso tomar su sitio».

En su homilía, el arzobispo dijo: «La liberación que el padre Rutilio Grande predicaba está inspirada por la fe, una fe que nos habla de la vida eterna, una fe que ahora con su rostro dirigido hacia el cielo, acompañado por dos campesinos, demuestra en su totalidad, en su perfección: la liberación que termina en la felicidad en Dios, la liberación que surge del arrepentimiento del pecado, la liberación que se funda en Cristo, la única fuerza salvadora». Defendiendo a la Iglesia y al lado del pueblo oprimido. Desde ese día, su lenguaje se hizo más explícito en la defensa del pueblo oprimido y de los sacerdotes perseguidos, sin importarle recibir amenazas cotidianamente. Sus palabras, precisó Amato, no eran un llamado al odio ni a la venganza, sino una fuerte exhortación de un padre a sus hijos divididos, a los que invitaba al amor, al perdón y a la concordia. «Contemplando la belleza de la naturaleza y el esplendor del paisaje salvadoreño, el arzobispo solía decir que el cielo debe comenzar aquí en la tierra –recordó el cardenal Amato. Veía con esperanza en el corazón a su querida patria tan atormentada. Soñaba que un día, sobre las ruinas del mal, habría brillado la gloria de DIos y su amor. Su opción por los pobres no era ideológica, sino evangélica».







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