LA SANTIDAD.
Los protestantes – Evangélicos – son santos por:
1 Nuevo
Nacimiento. Juan 3. Te es necesario nacer otra vez. Regeneración
2 La sangre
de JESUCRISTO. Nos limpia de todo pecado
3 La
PALABRA DE DIOS. “Limpios por la PALABRA
que os he hablado”
“Sin SANTIDAD nadie verá a Dios.
“
Los protestantes No necesitan un proceso de beatificación
para subir a los altares de las iglesias, ni para llegar al cielo.
La santidad es PROGRESIVA E INSTANTÁNEA. Desde el momento de
tu conversión y luego en el transcurso de tu vida.
La teología católica es irreconciliable con la teología
protestante. La Reforma Protestante va a cumplir 500 años 1517* 2017. Dentro de
dos años. La base de la teología protestante es solo la Biblia.
La teología católica se basa en:
La Biblia y la
TRADICIÓN. Los 21 Concilios. El último el ecuménico. Vaticano II.
La beatificación de MONSEÑOR ROMERO debe verse no solo como
el que hacer RELILGIOSO: SINO Cultural, político y nacional – como país.
CENTROAMÉRICA.
La beatificación de Romero nos eleva en la geografía
política -, religioso. Cultural. El mundo nos ignorará MENOS.
500 de tradición católica en El Salvador. 100 años de
Protestantismo en Cuscatlán ha transformado nuestro querido NEQUEPIO.
Principito no pulgarcito.
Estamos esperando un PRONUNCIAMIENTO oficial de la ALIANZA
EVANGÉLICA, IGLESIA LUTERANA. UNIVERSIDAD EVANGÉLICA, UCAD al respecto.
Los padres de la patria MATÍAS DELGADO y mas fueron
religiosos que nos emanciparon de ESPAÑA. Romero tuvo el valor de enfrentar el
pecado social y combatirlo.
ROMERO
Cuando era un joven seminarista en Roma, poco antes de su
ordenación sacerdotal, Romero escribió: «¡Este año haré mi gran entrega a Dios!
Dios mío, ayúdame, prepárame. Tú eres todo, yo soy nada, sin embargo tu amor
quiere que yo sea mucho. ¡Valor! Con Tu todo y con mi nada haremos este mucho».
Un cambio en su vida de pastor manso y casi tímido fue el asesinato, el 12 de
marzo de 1977, del padre Rutilio Grande, sacerdote jesuita salvadoreño que dejó
la enseñanza universitaria para convertirse en párroco de los campesinos, de
los oprimidos y de los marginados. «Fue este el evento que tocó el corazón del
arzobispo Romero, que lloró a su sacerdote como podía llorar una madre con el
propio hijo –indicó Amato. Se dirigió inmediatamente a Aguilares para la Misa
de sufragio y pasó la noche llorando, velando y rezando por last res víctimas
inocentes, por el padre Rutilio y por los dos campesinos que lo acompañaban.
Los campesinos se quedaron huérfanos de su padre bueno. Romero quiso tomar su
sitio».
En su homilía, el arzobispo dijo: «La liberación que el
padre Rutilio Grande predicaba está inspirada por la fe, una fe que nos habla
de la vida eterna, una fe que ahora con su rostro dirigido hacia el cielo,
acompañado por dos campesinos, demuestra en su totalidad, en su perfección: la
liberación que termina en la felicidad en Dios, la liberación que surge del
arrepentimiento del pecado, la liberación que se funda en Cristo, la única
fuerza salvadora». Defendiendo a la Iglesia y al lado del pueblo oprimido.
Desde ese día, su lenguaje se hizo más explícito en la defensa del pueblo
oprimido y de los sacerdotes perseguidos, sin importarle recibir amenazas
cotidianamente. Sus palabras, precisó Amato, no eran un llamado al odio ni a la
venganza, sino una fuerte exhortación de un padre a sus hijos divididos, a los
que invitaba al amor, al perdón y a la concordia. «Contemplando la belleza de
la naturaleza y el esplendor del paisaje salvadoreño, el arzobispo solía decir
que el cielo debe comenzar aquí en la tierra –recordó el cardenal Amato. Veía
con esperanza en el corazón a su querida patria tan atormentada. Soñaba que un
día, sobre las ruinas del mal, habría brillado la gloria de DIos y su amor. Su
opción por los pobres no era ideológica, sino evangélica».
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